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domingo, 14 de julio de 2013

VIA CRUCIS CUENCA 2013

Jesús Argudo nos ha hecho llegar este reportaje de fotos del Vía Crucis celebrado en Cuenca, en la que se llevó al Santo Cristo de la Caridad para que procesionara junto con otras imágenes de la provincia.









































Aquí tenéis el texto publicado en el diario digital Voces de Cuenca, acerca del evento del Vía Crucis.

Hay fechas que quedan grabadas en la historia de cada pueblo hasta convertirse en un símbolo de su identidad. Guarismos que rememoran victorias en guerras; derrotas en batallas; liberaciones; nacimientos; grandes acontecimientos…. La del 23 de marzo de 2013 quedará como una de esas fechas para las tierras de Cuenca. El Vía Crucis del Año de la Fe con quince pasos de once localidades de la provincia y la procesión de estos por las calles de la ciudad se convirtió por derecho propio en efeméride del pueblo conquense.
Lo vivido este sábado es una de esas citas en las que, con orgullo y nostalgia, gusta recordar que allí se estuvo por muchos años que hayan pasado. Una multitudinaria demostración colectiva de Fe que ha congregado en la ciudad de Cuenca a miles de personas, 10.000 según los primeros cálculos. La cita concentró en unas horas siglos del mejor arte religioso; tradiciones maceradas por generaciones; devociones enseñadas de abuelos a nietos; orgullosos compartidos con tremenda generosidad.
La idea era ambiciosa pero complicada y, a pesar de las dificultades, el reto se saldó con sobresaliente. Hubo ausencias emblemáticas de grandes pasos de la provincia, sí, pero nadie sobró.
La lluvia obligó a celebrar primero el Vía Crucis
La experiencia, no obstante, estuvo a punto de ser mutilada por esa lluvia que nunca acaba de acertar cuando caer. Este sábado decidió empezar a hacerlo con más fuerza a las 9 de la mañana, la madrugadora hora de inicio del desfile. Ante la situación desde la organización se reaccionó rápido: se haría primero el Vía Crucis por el interior de la Catedral (estaba previsto al final de la procesión en el Parque de San Julián) y si al acabar habían escampado el riesgo y el agua y el riesgo, se saldría. Al fin y al cabo todos aprendimos en el colegio aquello de que el orden de los factores no altera el producto.
Así que a las puertas de la seo conquense se abrieron para todos y tras unos momentos iniciales de agobio y aglomeración, dosis de organización y del excelente trabajo de los voluntarios consiguieron que el templo albergase a cientos de fieles sin riesgos y además se alumbrara el camino para que pasase la Cruz que iría marcando las estaciones. Conforme se iba conociendo la noticia más devotos se sumaban, pero todos se hacían un hueco. Un milagro como el de la multiplicación de los panes y los peces versión metros cuadrados.
Mientras, y ante el riesgo de los pasos no salieran en la calle, los fieles dejaban escapar alguna viva o aplauso a su imagen querida o los banceros la movían ligeramente.
A las diez la cruz llevada a hombros por varios jóvenes iniciaba su caminar a través de la girola dando comienzo al Vía Crucis. Fue un acto tremendamente emocionante y solemne. La arquitectura de la Catedral y las voces del Coro ayudaban a elevar el espíritu. También se alzaba la cruz ante cada paso y éste era levantado y movido por sus banceros para marcar cada estación. Orgullosas costumbres, distintas y similares, se mezclaban. La Catedral ejerció como nunca su título de “Iglesia Madre de la Diócesis”: todos jugaban en casa.
Las meditaciones supusieron el elemento necesario para complementar la exaltación de la religiosidad popular que fue el acontecimiento. Llamadas a la conciencia personal de los cristianos, a renovar su vida espiritual y a no olvidarse jamás de sus semejantes. Dos jóvenes ls iban leyendo con claridad y tranquilidad mientras los rezos se iban acumulando.
Al finalizar el Vía Crucis los representantes se volvían a reunir y tras una breve deliberación decían por unanimidad que el desfile saldría. Lo haría por el recorrido previsto aunque se advertía que •”sin perder la dignidad” se trataría de ir lo más rápido posible.
Se salió en procesión por unanimidad
Varios asistentes no pudieron contener los aplausos. Eran meses de ilusionada preparación; no era un desfile más. Los participantes sabían que se les había conferido la responsabilidad de representar al resto de gentes de su pueblo; de comarcas enteras. Es más: sabían que su papel era circunstancial porque en realidad eran los elegidos para que ellos representaran a las ramas más altas de los árboles genealógicos, aquellos que ya no están que les dejaron como mejor herencia sus creencias. Sabían también que representaban a los conquenses aún por existir que se reconocerán en este día. La Alcarria, La Mancha, La Manchuela y la Serranía estaban pendientes de ellos. "Habéis traído lo más valioso para vosotros, vuestras imágenes", resumía el obispo José María Yanguas al dirigirse a los fieles.
A las once y cuarto de la mañana comenzaban a salir a las imágenes ante una Plaza Mayor repleta, emocionada, expectante y silenciosa. Allí estaba ya la imagen de la Virgen de las Angustias, patrona de la Diócesis, que había pasado la noche en el Obispado y a la que su guión representó en el Vía Crucis.
Pasos únicos
El primero en salir fue el paso de la Santa Cruz de la Alberca de Záncara, símbolo de un camino jacobeo homónimo, y herencia del siglo XVII. Muy bien llevado en su caminar dotado de seriedad y brío por sus banceros y al son de la banda de la localidad, que hizo más que méritos para ser tenida en cuenta. Horquillas de madera sobre el pavimento.
Tras ella la Oración en el Huerto llegada de San Clemente. Un paso muy especial por varias razones. Su ángel es obra de Marco Pérez anterior a 1926 y es la única imagen de las que hizo para la Semana Santa conquense anterior a la Guerra Civil que sobrevivió. El conjunto en sí, completado en 1940, desfiló hasta mediados de los 60 el Jueves Santo conquense y posteriormente fue cedido por la hermandad del Huerto de San Antón a la localidad manchega. Sanclementinos y conquenses compartieron banzo y fraguaron ya una hermandad que seguro, a juzgar por las conversaciones, que se plasma en nuevos hermanamientos.
Los alcaldes de la Alberca y San Clemente, María del Carmen García Patiño y Vicente García, fueron respectivamente con sus imágenes al igual que estuvieron los munícipes de Huete, Almonacid del Marquesado y Mota del Cuervo, entre otros. Con Las Angustias fue el presidente de la Diputación, Benjamín Prieto.
La banda de Villalpardo le marcó el rito a Jesús Amarrado a la Columna de Cuenca, que desfiló con las andas de su Vía Crucis de inicio de Cuaresma y sin sayón. La impresionante imagen flagelada fue la representante de la Cuenca nazarena en esta muestra de unidad provincial dentro de la diversidad. Un recordatorio para alertar de ese mal endémico, ni mucho menos exclusivamente en lo religioso, que hace muchas veces a capital y provincia no mirarse o ponerse de espaldas. Traje oscuro en sus banceros.
Nazarenos conquenses, del Ecce Homo de San Gil, llevaban con sus túnicas habituales aunque sin capuz la imagen de otro Ecce Homo de busto: el de la Catedral. Una joya del siglo XVII que habitualmente está en la Sacristía y que salió de ese poco comprensible olvido.
Majestad y magnitud son dos de las cualidades que los espectadores coincidían en manifestar al descubrir el Jesús Nazareno de Mota del Cuervo, obra también de Marco Pérez. Acompañado de la banda de trompetas y tambores de su hermandad, era portado por sus banceros, sin horquillas, con una solvencia que sirvió para reivindicar la valiosa semanasanta moteña. Muy interesante a juzgar por lo visto este Sábado de Pasión en Cuenca.
Al aviso de la campana se movía el Nazareno Caído de Tarancón, que era llevado por nazarenos de todas las hermandades de la Pasión taranconera, otra de nuestras joyas espirituales y etnográficas. Un colorido mosaico de unidad que tenía como referencia para avanzar la Banda de Trompetas y Tambores de la Exaltación de la localidad. Sobrecogía verlo avanzar por ese Calderón de la Barca que este día cambió por la emblemática Zapatería.
El Nazareno de Huete, obra de finales del siglo XVI o principios del siglo XVII, no sólo es una lección de arte religioso y emblema de la historia de la ciudad optense. Es también, y sobre todo, la llamada suplicante del Dios hecho más hombre que nunca. El rostro dolorido que mira y, sólo con mirar, transmite que es posible vivir con paz y trascendencia la mayor de las amarguras. Sobrias andas y numerosos devotos acompañándole.
Una multitud escoltó al Cristo de la Caridad de Priego, excepcional obra de Salvador Carmona fecha en el siglo XVIII y que ejerce un influjo proverbial no sólo sobre los lugareños de su localidad sino también sobre buena parte de la Alta Serranía, El Campichuelo y la Alcarria.
Es una imagen que sólo sale cada cien años en procesión o en ocasiones especiales como ésta. Solemnemente llevado fue encogiendo el corazón a cada tramo de trayecto abarrotado. “Tiene algo especial…”, decían unos turistas que se habían encontrado con este espectáculo. La banda sonora de su discurrir la puso la Banda de Villarejo de Fuentes y la Guardia Civil lo dotó de solemne representación.
Entrañable y también muy bien arropada por sus vecinos llegó la imagen del Crucificado de Carboneras de Guadazaón. Un conjunto que fue un emblema de esa convicción tan de estas tierras que proclama que la sencillez es, en muchas ocasiones, la mejor manera de proclamar los mensajes más transcendentes.
Otro crucificado, el Cristo de la Llaga en la Espalda de Villanueva de la Jara, cobijó a Cuenca bajo la sombra de sus grandes dimensiones y su belleza, obra del escultor José María Ponsoda. Las marchas que brotaban de la banda de la localidad y la gran cantidad de hermanos de diferentes hermandades que, con sus túnicas e indumentarias habituales, le iban acompañando configuraron un brillante desfile, a la altura de la gran ocasión.
Poderío en el Cristo del Perdón de Mota del Cuervo. Otra vez Marco Pérez haciendo madera la devoción de una tierra. Y otra vez la grandiosidad en la forma y en el fondo. Este es un paso que habitualmente se lleva a costal pero que en esta ocasión sus devotos portaron sobre los hombros. Y cómo lo portaron. Eran capaces de pasar de la tranquila solemnidad al éxtasis de la Saeta que rompía a aplausos el público. Su marcha propia hacía el resto.
Muchas vivas se escapaban en honor del “Santísimo Cristo de la Salud y de su Santísima Madre”, dos imágenes de Pío Mollar de pequeñas dimensiones pero enorme significado y devoción. Se notaba que sus devotos están muy orgullosos de él y así lo hicieron notar con un hermoso desfile. Junto a ellos iba el delegado de la Junta en Cuenca, Rogelio Pardo, que durante dos décadas fue alcalde de la localidad.
La seriedad y buen discurrir fue la tónica dominante de la expedición de Almonacid del Marquesado , que trajo hasta Cuenca su exótico Cristo de los Milagros. Una talla negra, seriamente llevada marcando el paso como hay que marcarlo al son de una banda de la localidad notable en comportamiento. Hasta los propios fieles de paisano caminaban al son de la música.
Capítulo aparte por su transversalidad merece la imagen de Las Angustias, que hizo brotar emocionadas súplicas casi a cada metro. Caminaba sobre las andas de La Amargura y llevada como los grandes banceros conquenses saben que hay que llevar un paso así, único.
Silencio absoluto el que se asomaba en su caminar y que clamaba aún más si cabe al paso del Cristo Yacente de Mota del Cuervo. Una imagen apenas policromada sencillamente decorada por una hilera de claveles rojos.
Tan extraordinario muestrario se fue desplegando ante cientos de personas por las calles del Casco Antiguo. Las coloridas fachadas de Alfonso VIII, los quiebros de la Audiencia, la primavera incipiente de la Trinidad y la solemnidad de Calderón se pusieron al servicio de esta gran causa.
El sol se sumó a la fiesta
El sol se sumaba a la fiesta y los paraguas se volvieron a abrir para protegerse de él. A pesar de que el cansancio se tenía que haber hecho notar (la cita había exigido grandes madrugones) el entusiasmo iba elevándose.

Poco a poco se fueron asentando en el Parque de San Julián, alrededor del templete. El conjunto se completaba sobre las 14:40 horas con la llegada del último paso. Una imagen para recordar, una fecha para la historia.

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